Las otras autodefensas

Rodrigo Caballero

Morelia, Michoacán.-En el vuelo 441, procedente de Morelia, Michoacán, viajaba el ingeniero Héctor Manuel Díaz Loeza. A su arribo al Aeropuerto Internacional “Abelardo L. Rodríguez” de la ciudad de Tijuana, Héctor Manuel fue abordado por policías federales quienes, al revisar su equipaje, encontraron 10 fajas de billetes con 41 mil 165 dólares y 300 mil pesos.

Héctor no fue capaz de demostrar la procedencia legal del dinero y fue puesto a disposición de la Agencia del Ministerio Público Federal el 15 de mayo de 2009. La Presidencia de la República, en su momento, redactó un comunicado donde se daba a conocer el hecho como parte del “Operativo Conjunto Tijuana” y aseguraba que dichas acciones se realizaban “con el único fin de proteger y servir a la ciudadanía”.

En la ciudad de Morelia existen otra clase de autodefensas; a diferencia de las que se levantaron en la Tierra Caliente el 24 de febrero de 2013, éstas no tienen nombre, ni líderes visibles, ni están armadas y tampoco se enfrentan directamente al crimen organizado. Se trata de vecinos que levantan rejas, vallas y portones para protegerse de la delincuencia.
Las asociaciones de vecinos han cerrado las calles de las colonias populares debido al temor que se tiene por delitos como robos, secuestros y homicidios; tan sólo en 2013, la cifra de asesinatos dolosos alcanzó 209 personas en la capital de Michoacán, es la cifra más alta de la última década.

Una de las primeras colonias en ser cerradas con bardas y portones, hace más de cuatro años, fue la colonia Fuentes de Morelia. Los vecinos poco a poco comenzaron a impedir el acceso a sus calles para protegerse; hoy todas están cerradas con grandes puertas de metal. Cuando empezó todo, el encargado del orden en la colonia era el profesor Gabriel Obregón Medina, sin embargo, asegura que nadie lo consultó al momento de colocar la primera reja, “nadie me pidió que lo acompañara para ir a levantar una denuncia por algún delito, además, para qué denunciar si las autoridades no hacen nada”.

Los costos que han pagado varían desde los cuatro hasta los seis mil pesos, algunos portones son automáticos y permanecen todo el día cerrados; otros no tienen sistema de cerrado y durante el día se abren. Sin importar en qué lugar se pregunte, nadie se hace responsable de la idea de colocar las puertas, todos los vecinos cuestionados negaron ser los autores de la medida; lo que no negaron fue la inseguridad de la zona, la actual encargada del orden tiene un pequeña papelería y en el último año ha sido asaltada dos veces.

Las rejas en sí mismas no han podido detener a la delincuencia, la colonia Fuentes de Morelia, acorde a los vecinos, sigue registrando asaltos y robos a casa habitación pero los residentes no denuncian los crímenes debido a la poca confianza que se tiene en las autoridades. Incluso con sus rejas, la colonia Fuentes de Morelia sigue teniendo delitos y ni siquiera es una de las 10 más peligrosas de la capital Michoacana.

Si bien, no se han hecho suficientes demandas por robos a comercios, autopartes e inclusive tuberías de cobre; las juntas de vecinos han levantado la voz para que el Ayuntamiento de Morelia le responda a sus demandas. El 13 de Agosto del 2013, el Frente de Colonias y Fraccionamientos de Morelia, encabezado por Alberto Jiménez Lomelí, exigió al presidente municipal de Morelia Wilfrido Lázaro Medina y al entonces gobernador interino Jesús Reyna García resolver las problemáticas de inseguridad que viven 27 colonias de la capital.

La vocera del municipio, Laura Yadira Marín, asegura que no hay un registro de las colonias que han cerrado sus accesos debido a la inseguridad. Marín detalla que “no se cuenta con un registro como tal porque si [algunas personas] quisieran cerrar un calle no se les puede dar un permiso”. Cabe destacar que el cierre de una vía pública del Estado de Michoacán es un delito ya que impide el libre tránsito.

Los vecinos de colonias como Fuentes de Morelia han buscado formas de mantener sus rejas a pesar de impedir el tránsito, por ejemplo, han logrado que el Ayuntamiento les permita sólo si todos los vecinos están de acuerdo con la medida. “Si un sólo vecino se oponía, el ayuntamiento cancelaba la reja” afirma Gabriel Obregón.

Alberto Jiménez Lomelí reconoció que los ciudadanos violan la ley al colocar plumas, rejas y bardas pero también subrayó que ésa era la única forma de contener los robos dentro de las colonias y fraccionamientos. El frente de vecinos logró llamar la atención de las autoridades, sin embargo, no se realizaron acciones concretas y tiempo después Jesús Reyna García dejó el cargo de gobernador interino. Hoy, Jesús Reyna espera condena por presuntos vínculos con el tráfico de drogas en el penal del Altiplano en Almoloya, Estado de México.

Héctor Manuel Díaz era ingeniero, tenía un negocio llamado Wood House donde vendía casas prefabricadas de madera. A pesar de haber sido detenido con más de medio millón de pesos no se inició ninguna averiguación previa en su contra y tampoco se realizó acción alguna, más allá del boletín emitido por la Coordinación General de Comunicación Social a cargo de la vocera del ex-presidente Felipe Calderón Hinojosa, Alejandra Sota Mirafuentes.

A Héctor Manuel lo asesinaron el cinco de diciembre de 2013. Díaz Loeza huía de un grupo armado en la colonia Félix Ireta de Morelia, Michoacán montado en su Silverado gris; intentó escabullirse de sus atacantes tomando una ruta desconocida por la mayoría de los automovilistas.

La calle García Obeso, llamada así en honor al militar insurgente José María García Obeso, tiene una prolongación, una estrecha calle que conduce directamente a la Avenida Solidaridad. Héctor Manuel era vecino de la zona y conocía la que hubiera sido su ruta de escape de no ser por el gran portón rojo que impidió su paso.

El infranqueable portón de metal con el que se encontró Manuel Díaz no tenía ni un mes de haber sido colocado, se trata de una medida de seguridad extrema tomada por los vecinos de la prolongación García Obeso para protegerse de la inseguridad. En la zona se cometían asaltos y se vendían drogas, los vecinos aseguran que “allá atrás” como llaman a la prolongación, por estar a espaldas de sus casas, hasta parecía hotel, a veces, los policías llevaban a los detenidos de la zona ahí para quitarles dinero o darles “su calentadita”; por si fuera poco, taxistas y repartidores de agua y gas aprovechaban el lugar para orinar.

Por eso los vecinos decidieron colocar dos portones de metal y cerrar la cuadra en las esquinas con la calle Irepan y con la Ticateme. Los vecinos invirtieron 3 mil pesos cada uno y mandaron colocar las barreras que impedirían tener que lidiar con la inseguridad de la zona, lo hicieron por su cuenta y sin el permiso de ninguna autoridad; permiso que de todas maneras no le hubieran dado por tratarse de una calle transitada. El Ayuntamiento de la ciudad ya canceló los portones una vez y los vecinos los reabrieron porque algunos no tienen otra forma de entrar a su casa.

Al ver el camino bloqueado frenó su camioneta e intentó echarse en reversa o huir a pie, nadie sabe, y los testigos no se ponen de acuerdo, lo que sí se sabe es que no logró su cometido. Los hombres armados que lo seguían le dieron alcance, lo acorralaron en la esquina que forman las calles Ticateme y García Obeso y lo acribillaron. Tenía 44 años de edad cuando cuatro impactos de bala acabaron con su vida.