Arko San Pedro, el paraíso que no fue

Rodrigo Caballero/ @RodCaballero

Morelia,  Michoacán. Ni robos, ni oscuridad, ni asaltos, ni falta de servicios fue lo que les prometieron a los vecinos de Arko San Pedro cuando adquirieron sus propiedades.

Los que compraron sus casas de entre 300 y 800 mil pesos, las adquirieron con la promesa de tener un patrimonio con acceso a un parque, una escuela, una iglesia, comercios y un pequeño lago artificial para usar kayaks los domingos.

Sin embargo, nada de eso sucedió y, a 5 años de la creación de este fraccionamiento privado, los vecinos todavía pelean con la constructora para que se les den los servicios básicos para vivir en sus hogares.

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El alumbrado en las calles y dentro de las viviendas es deficiente y la falta de luz y vigilancia los deja a merced de los asaltantes que cometían hasta seis robos a la semana dentro del fraccionamiento.

De acuerdo con testimonios recabados por Michoacán TresPuntoCero, ahora los vecinos se han encargado de la seguridad por su propia cuenta. “Hacemos rondines nocturnos, los hombres por las noches y las mujeres por las mañanas también, pero no debería pues para eso pagamos por vigilancia” reclamó uno de los habitantes.

Y es que los vecinos pagan entre 100 y 200 pesos al mes por concepto de vigilancia y mantenimiento. Lo anterior aunque solamente hay guardias de seguridad en la entrada del asentamiento y en las oficinas de la constructora.

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La vigilancia privada no existe y, al ser una colonia alejada de la mancha urbana, no hay policías en varios kilómetros a la redonda. A raíz de la ola de robos, los vecinos tomaron la seguridad en sus manos y el 27 de octubre del 2015 atraparon a un presunto ladrón mientras ingresaba a una casa.

“No lo linchamos, ese fue un invento de los medios” asegura otro de los vecinos haciendo referencia a la escena que describieron varios periódicos en su momento. El joven de 19 años fue entregado a las autoridades pero salió libre porque su delito no fue considerado de alto impacto según los estándares del Nuevo Sistema de Justicia Penal (NSJP).

Sin embargo, el furor pasó y los vecinos continuaron los rondines a falta de soluciones hasta que la mañana de este viernes 27 de noviembre se cansaron de esperar. Los habitantes tomaron las oficinas y los almacenes de la constructora Casas Arko y les negaron el acceso a los trabajadores.

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Los vecinos aseguran que la forma “déspota” como los trataron los ejecutivos de Casas Arko fue lo que los hizo actuar y no soltarán los inmuebles hasta que no firmen un convenio con la constructora para resolver sus demandas.

Los vecinos buscan que se cierre el perímetro del fraccionamiento para evitar que los asaltantes entren por el cerro o por alguno de los caminos rurales que desembocan en sus patios traseros. Además, esperan resolución al problema de alumbrado y que los servicios de limpia y mantenimiento que pagan se hagan a tiempo.

Una problemática que se repite una y otra vez en los seis complejos de vivienda que Casas Arko tiene en la ciudad de Morelia, todos nombrados como santos y vendidos con promesas de paraísos terrenales: San Pedro, San Antonio, San Diego, San Juan, San José y San Mateo.

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Escuela de juguete e iglesia de palitos

Desde 2010, durante la administración del ex-presidente municipal, Fausto Vallejo Figueroa, tanto las autoridades como la constructora habían prometido espacios dignos y presupuestos para la creación de una escuela primaria y un jardín de niños en el asentamiento.

A 5 años de distancia apenas reinician las gestiones para crear seis salones de clase. “Antes los niños tomaban clases literalmente en la calle” aclara un vecino mientras señala uno de los almacenes de materiales que funcionó como salón de clases durante algunos meses y que era tan pequeño que algunos niños tenían que estar casi en la banqueta.

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El arreglo con los representantes de Casas Arko incluye el cerco de los tres salones que están concluidos y el aplanado del terreno para que no sea peligroso para los niños; pero hasta que no se firme el acuerdo no soltarán las oficinas.

Sin embargo, esa es apenas una de sus demandas, también buscan el saneamiento del lago artificial que construyeron para hacer un pequeño parque y ahora es un “charcote” que no ha sido limpiado en años.

En esas condiciones viven unas 800 personas adentro del fraccionamiento que fue planeado para albergar a más del doble de personas. En algunas manzanas aunque las casas fueron vendidas, éstas se encuentran abandonadas.

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“Los dueños compran, se vienen a vivir, ven que no hay servicios y mejor se van o las rentan” aseguran los vecinos quienes no tienen ni siquiera espacios dignos para oficios religiosos.

“Ese montón de palos que ves ahí es nuestra Iglesia, es un diseño minimalista pero es nuestra Catedral, es más aquí es donde va a venir el Papa Francisco” bromea otro residente mientras apuntan a un cuarto de madera con una cruz encima.

Se trata de una capilla hecha de tablas viejas con apenas lo básico para sobrevivir y montada a espaldas de una hilera de casas; una iglesia que promete el paraiso adentro de un lugar a medio construir como lo hiciera Casas Arko 5 años atrás.

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